Una noche de luna, al calor del fuego y bajo la luz de las velas, tuve la sensación de estar viviendo un sueño. A ras de suelo pero sobre una manta, disfrutábamos de un ambiente plenamente romántico que nos transmitía paz, espiritualidad y una energia pura que inundaba nuestras almas. Sentimos la necesidad de brindar por estar juntos y por tantos años de amor. Descorchamos una botella de champán y bebimos hasta perder la razón. A penas me había quedado dormida cuando noté tus manos sobre mi espalda, rozando mi suave piel. Una vez más, te habias acordado de darme ese masaje que tanto me gustaba.
Más prefiero sentirte así, que cuando salen de tus labios palabras de menosprecio o cuando en tus ojos leo un reproche o un despecho.